Myrna Solera.
Hoy cerca de la una y media de la madrugada hora española los Estados Unidos de América elegían Presidente. El mundo enteró se paralizó para ver como Barack Obama volvía a popularizar aquella emblemática frase que en 2008 le abría las puertas de la casa Blanca: "Yes, we can".
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| Obama, nuevo presidente de los EEUU. EFE |
El primer presidente negro de la historia norteamericana consigue de nuevo el respaldo de los ciudadanos por cuatro años más en las elecciones más disputadas que se recuerdan. Si algo ha puesto en evidencia estas elecciones es que las minorías recobran por primera vez un protagonismo estelar frente a una mayoría blanca.
Pespuntes a parte, Obama tiene por delante una legislatura muy complicada. En juego está recobrar la confianza de los norteamericanos con una política económica que proporcione estabilidad y sobre todo mejore las cifras de empleo, demasiado altas para los norteamericanos. La misión está clara y las formas también. El reelegido presidente se enfrenta a una pequeña "guerra civil" interna con la Cámara de Representantes con mayoría republicana. El primer pulso político viene de la mano del llamado "precipicio fiscal". Si Obama no logra aplacar a los conservadores fiscales del Tea Party para aplazar la entrada en vigor de los recortes y la subida de impuestos la economía americana, en proceso de recuperación, se verá herida de muerte.
La tarea lejos de ser sencilla estará llena de obstáculos. Lograr sintonía entre demócratas y republicanos en materias como la economía, la sanidad o política exterior va a ser un reto que sin duda definirá su legado para la historia estadounidense. Es el turno de batallar no sólo con un país claramente polarizado y dividido sino también con unos conciudadanos que han perdido su particular sueño americano. Llego la hora de afrontar las promesas que en 2008 quedaron en el tintero. En sus manos está devolver a los ciudadanos las ganas de alzar la voz al unisono para decir de nuevo aquello de "Yes, we can".
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