• Malditos periodistas

    Mireya Justicia.
    Me pongo a reflexionar y reflexiono. Los medios, bueno, la prensa, está mal. Se le acumulan los problemas. A la crisis tecnológica, a los que muchos auguran como destino la desaparición del papel, se le suma la económica mientras aún arrastran una tercera, mucho más antigua, relacionada con la identidad de la profesión y sus profesionales, los comunicadores. Todo resumido en una sola crisis: la crisis del periodismo.

    Pero más allá de entrar en debates sobre el ‘buen periodismo’ o el ‘buen periodista’, me dispongo a divagar sobre los contenidos abiertos en Internet.

    ¿La producción de información es un negocio o un trabajo por el que se cobra?
    Se están equivocando y mucho. Antes de ser periodista, he sido usuaria y aunque parezca que esté echando piedras sobre mi propio tejado… NO, no estoy dispuesta a pagar por contenidos que no tengo claro que vayan a interesar, gustar y, por tanto, leer. Es así de simple.

    Tratar de crear un negocio de lo que, en origen, siempre fue gratuito es una quimera y, sin duda, hay muchas formas de saltarse esos filtros y acceder a esos mismos contenidos que, algunos, pocos, pagan. Eso sin contar que el volumen de oferta triplica a la demanda. No se ponen de acuerdo porque es un negocio.

    ¿Un ejemplo? La Radio. Cuando los directivos de la FIFA se dispusieron a cobrar a las cadenas de radio por los partidos -retrasmisiones gratuitas desde el origen de los tiempos- todas sin excepción dijeron: NO. ¿Por qué los lectores de prensa, los internautas, iban a ser diferentes?

    El trabajo se paga y se cobra, dicen los directores de los grandes grupos mediáticos. Los periodistas web no estarían muy de acuerdo. ¿Sabéis lo que se paga un post, entrada o artículo en Internet? Tres euros y eso, con suerte…

    El trabajo cuesta, pero no dinero y no a los grandes, medianos y pequeños medios de comunicación.

    Hay que documentarse, gastar el tiempo suficiente en leer miles de documentos, en muchas ocasiones traducirlos a un lenguaje comprensible, especialmente los documentos políticos; Reducirlos a la nada porque en Internet no se lee, se visualiza; Responder a todas las preguntas que el usuario se haga al leer la información mientras se es entretenido, claro, ameno, correcto, honesto, objetivo pero posicionado, que generen opinión; Buscar fuentes que nos den los datos, datos nuevos o poco usados por el resto de la competencia, en exclusiva; Buscar en las redes sociales, darle voz al ‘pueblo’, a nuestro público, casi siempre a los de Twitter; Encontrar buenos enlaces, crear infografías que amenicen el texto, que lo completen, que lo amplíen y además que todo ello sea interactivo, que se note que estamos en la Era multimedia; Buscar el resto del contenido gráfico, destacar lo más importante para ahorrarle la faena al lector de leer; pero que no sea demasiado largo, denso y, por favor, que se note que el periodista sabe de lo que habla, que sea un entendido, no, ¡mejor!, un experto mientras se rompe la cabeza en encontrar titulares que impacten, que llamen la atención pero que informen sobre lo que se va a leer y todo ello sin romper las normas de posicionamiento que los buscadores manejan: no repitas palabras, no pongas muchos enlaces internos y que los externos sean variados, veraces, que estén relacionados con lo que se redirecciona... y saber leer las nuevas tendencias de los algoritmos de Google para llegar a los primeros cinco puestos de búsqueda o, en el peor de los casos, no ser penalizado.

    SI, los contenidos cuestan. Cuestan trabajo y debe ser recompensado pero no antes de saber si ese esfuerzo es merecedor de nuestro dinero. Pagar antes sería consecuencia del prestigio, dicen. Prestigio que dichos grupos de comunicación suelen relacionar con el nombre de sus cabeceras y no el de sus periodistas.

    El periodismo está mal pagado y no es culpa de los lectores ¿por qué, entonces, ‘castigarles’ a ellos? Porque es lo fácil. Es lo que está de moda y es lo que permite justificar que es el papel lo que no interesa y no los contenidos, que dejan bastante que desear…

    Y la culpa, en ese momento, pasa al redactor, al blogger porque se ha acomodado en su silla y en su profesión. Y ahora que le han quitado su silla a través de los denominados Expedientes de Regulación de Empleo ¿qué? La crisis. La gente no compra, la gente no vende, no hay periodistas suficientes que llenen las páginas con buenas informaciones… La prensa se va al carajo y los periodistas son unos manipuladores. Así queda la profesión

    Y es que ¿cómo pagar por unos contenidos que aún no has leído? Eso sería casi como votar por un político sin saber aún si dará la talla... Ups!


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